“En el Perú del siglo XXI, reina la felicidad y los cholos son tratados como personas.”

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Escribe Marco Avilés 

Publicado en utero.pe

En el Perú del siglo XXI, reina la felicidad y los cholos son tratados como personas. Tienen derecho a la propiedad. Y, además, cuando bajan a la ciudad, se les permite ir a los centros comerciales (siempre y cuando no lleven ponchos).
Lo que le pasa a la señora Máxima Acuña, que no tiene derecho a ser dueña de lo que le pertenece, es un caso aislado.
Alguien podría argumentar que en el país hay millones de casos como el de ella. Millones de cholos tratados como si fueran nada y cuyas casas y tierras son absorbidos por mineras, o contaminadas y todas esas cosas que vemos en las noticias.
Lo bueno es que, si tal cosa es cierta, no estaríamos más que ante millones de casos aislados.

Si eres de los que se emocionan al ver la película Spotlight y crees que todo reportero debe ir corriendo a mirarla, entonces quizá puedes captar la ironía de la vida.

En la película, un equipo de periodistas entienden que decenas de curas sodomizando a cientos de niños no podían ser solo casos aislados. Estaban frente a algo más grande: un patrón de conducta.
En lugar de concentrarse en la historia del párroco malo que seduce a un pobre niñito, los reporteros y editores decidieron denunciar al demonio completo: la Iglesia.
Entonces descubrieron que durante muuucho tiempo nuestra Iglesia del señor y todos los santos ha cobijado a miles de curas pingalocas y, además, ha evitado que vayan a la cárcel.

Máxima Acuña es una chola entre millones de cholos que siguen siendo tratados como ciudadanos de última clase.
No es un caso aislado.
Es un patrón de conducta en el Perú.

El Perú es un país racista, clasista desde siempre (o pluricultural, para ponerlo en marca perú).
Las minorías étnicas existen. Los cholos son tan reales como siempre. Y, como siempre, no tienen los mismos derechos que tú.
Una manera muy sutil y dañina de hacerles daño desde la ciudad es no reconocer eso. Tú y yo vivimos en la ciudad, rodeados de luces y restaurantes y carros y tiendas y todas esas cosas lindas. Ellos siguen viviendo igual que se vivía en la Edad Media. ¿Cómo? Así, pues, como Máxima. En un mundo donde los ricos se creen señores, tienen Ejércitos privados, políticos que hacen las leyes que necesitan y, sobre todo, poseen un activo invaluable: una clase media narcotizada con sus propios sueños de progreso y frívola.

¿Te gustó Spotlight? ¿Y ahora qué?

 

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